Vivimos en un mundo donde observamos la crueldad del hombre contra sus semejantes. Guerras, tiranías, opresión y sufrimiento. Cómo el ser humano somete al ser humano, o como lo maltrata y comete crímenes atroces contra el mismo. Y ante este panorama nos preguntamos ¿Cómo Dios permite todo esto?
En otras palabras, solemos de una forma u otra señalar a Dios como responsable, ya sea de forma directa o indirecta.
Lo cierto es que el ser humano tiene la tendencia de eludir su responsabilidad, tanto la responsabilidad individual, incluso en nuestra vida cotidiana, como nuestra responsabilidad colectiva como especie humana. Buscamos por lo general señalar la responsabilidad en otro o en otros pero no en nosotros mismos.
Leyendo el Corán nos topamos con un grupo de aleyas muy crudas, pero aun así, no dejan de sorprender, y sobre todo, no dejan de ser reveladoras. En esta breve nota me voy a centrar sólo en una de ellas. Una aleya que no sólo responde al título de este artículo, sino que, establece una visión filosófica sobre el mundo y el papel del ser humano en el mismo que dista mucho de las teorías defendidas por muchas tradiciones, entre ellas una gran parte de la tradición musulmana.
La aleya en cuestión se encuentra en la Azora 57:25
لَقَدْ أَرْسَلْنَا رُسُلَنَا بِالْبَيِّنَاتِ وَأَنزَلْنَا مَعَهُمُ الْكِتَابَ وَالْمِيزَانَ لِيَقُومَ النَّاسُ بِالْقِسْطِ
En verdad hemos enviado a nuestros Mensajeros con los argumentos claros y hemos hechos descender con ellos el Libro y la balanza para que la gente establezca la Justicia.
La responsabilidad de establecer la justicia en este mundo es del ser humano y no es de Dios, pues no será a Dios a quien se le pida un ajuste de cuentas, sino al ser humano, tanto a título individual como colectivo.
Todas las revelaciones, con todas sus enseñanzas, sus signos, sus guías, sus indicaciones y advertencias y toda su metodología y sus caminos, tal como señalaron los Enviados y Mensajeros, fueron revelados para que el ser humano como Jalifa establezca la justicia en la Tierra y por ello será juzgado.
Esta idea tan cruda rompe con muchos moldes y mitos creados para que el ser humano no asuma su responsabilidad de establecer la justicia, el equilibrio y la equidad en la Tierra. Esta afirmación y aseveración coránica nos sitúa en un plano y una dimensión incómodas, pues carga sobre nosotros dicha responsabilidad de la que no podemos rehuir, eludir, ignorar o cargársela a Dios, o inventar mitos como un salvador o un mesías para que asuma dicha responsabilidad y al ver que no la puede asumir la lanzamos lejos en el tiempo para mantener la idea del mito y decimos que dicha misión sucederá al final de los tiempo, mientras tanto seguiremos justificando nuestra negligencia con la ausencia de un salvador o señalar indirectamente a Dios como responsable.
Esta y otras aleyas dejan muy claro tres puntos. El primero que la razón de las revelaciones, libros, Profetas y Mensajeros es para que establezcamos la justicia, el equilibrio y la equidad en la Tierra en esta vida no en la venidera. El segundo punto es que dicha tarea es nuestra responsabilidad, no es la de Dios ni la de ningún salvador que nos inventemos. Y la tercera es que tenemos la capacidad de crear un mundo mejor, más justo, más equilibrado y armonioso, porque de no tener dicha capacidad y dicha potencia Dios no nos habría asignado tal tarea. Y esto nos desvela que estas aleyas, lejos de entenderlas como una enorme carga de responsabilidad o que generen un desánimo en nosotros, más bien, debemos ver en ellas lo contrario. Son aleyas esperanzadoras, nos indican que un mundo justo, equitativo, equilibrado y armonioso está en nuestras manos lograr que sea una realidad. Como humanidad disponemos de tal potencial como para lograr dicho fin. Lo que hace de estas aleyas halos de luz y esperanza en los que debemos reflexionar y meditar profundamente.