La gran causa: el abuso monstruoso de la perspectiva jurídica
Como señalamos, reconocer la existencia del problema y, sobre todo, diagnosticar su causa, resulta fundamental para no seguir más perdidos que una cabra en un submarino. Lo explicado en este vídeo recomendado al final del artículo, apunta la gran causa directa del marasmo en que se encuentran los musulmanes contemporáneos.
Desde nuestro punto de vista, todas las cuestiones de la vida -y, como no, de la muerte- tienen que ver, de una manera u otra, con la religión o el «diin». La principal causa de la situación penosa -más bien calamitosa- en la cual se hallan las masas musulmanas de este y del oeste, del centro y de la periferia, no reside en la tendencia a verlo todo desde una perspectiva religiosa -puesto que todo la tiene o puede tenerla- sino, justamente, en el hecho que la perspectiva islámica ha sido ignominiosamente amputada y reducida a la dimensión jurídica -esto es: a una cuestión de leguleyos-.
Pero la perversión reduccionista del legalismo no se conforma en quedarse en su sitio, sino «se expande» (es una de las dinámicas universales: el vacío es ocupado por lo que existe): habiendo destruido las demás dimensiones de la religión, ese reduccionismo se lanza cual hueste enloquecida a «colonizar» esos «campos vacíos» (suprimidos u ocultados), incrementando los daños hasta llegar al grado de estragos.
Y, como reduccionismo que es, el legalismo no sólo abusa «colonizando» otros campos donde debería abstenerse o servir sólo de complemento, sino que imprime otra vuelta entrópica consigo misma, pues liquida su dimensión social, elimina su propia alma comunitaria para arrinconar o sepultar uno de los tres pilares del islam: la justicia. Ya sólo importa el individuo en «sus labores», lo que le está permitido y lo que le está prohibido. Punto pelota. Es la jurisprudencia del Yo y mi ombligo, aunque mi yo y mi ombligo traten de ser «salvados» para la otra vida.
Así pues, poco importa ver si la perspectiva jurídica «fulánica» es más estricta (o sea: más «haramita») y la escuela jurídica «mengánica» más permisiva (más «halálica»), o que la corriente «zutánica» sea más intermedia y la línea «perengánica» más «harámica» en estos temas pero más «halálica» en otros: «estrechos» (o «puritanos») y «manga-anchas» (o «liberales») abusan igual y comparten en el fondo la misma visión perversa, reduccionista, «colonizadora» e individualista.
Señalemos que cierto es que los salafistas -o neosalafistas- se han destacado en este abuso. Pero los salafistas se distinguen en el ala rigorista (aunque en no pocos asuntos son bastante permisivos o liberales), y no conforman la fuerza principal del reduccionismo, abuso y expansionismo leguleyo, por mucha influencia que hayan tenido a partir de 1977: esta situación viene de muy atrás, y la han asentado asimismo abusadores «centristas» o «manga-anchas» en determinadas cuestiones.
Retomando el hilo, lo importante es darse cuenta que rigoristas, «suavecitos», «centristas» o «estrechos aquí y anchos allí» van mucho más allá de reducir el «diin» a la perspectiva jurisprudencial: la supresión de facto del intelecto y la ética no se queda sólo en eso. Insistimos: los rigoristas llaman más la atención (así interpretan lo de «ser extraños en el mundo») porque, en el gran abanico de abusadores leguleyos, promueven una jurisprudencia desequilibrada, extrema, donde desaparecen los campos de las recomendaciones y de lo desaconsejable, así como los matices y el conocimiento del contexto: en ellos todo se convierte, o tiende a convertirse, en prohibición o dictamen obligado. Pero abusadores moderados, conciliadores, liberales… sepultan también el intelecto, la ética, el orden trascendente, la justicia, el conocimiento…
Pues, dejando aparte su «dar la nota» por pervertir las virtudes islámicas convirtiéndolas en comportamientos desaforados y estridentes, lo que, sobre todo, hacen los salafistas es impulsar comportamientos individualistas. Éste es el resultado de los códigos salafistas. Pero éste también es el resultado (con otros códigos, pero misma consecuencia) de las posiciones de los abusadores moderaditos, conciliadores, liberales…
Concluyendo: todas las obligaciones y prohibiciones del salafismo rampante conducen a aislar y recluir en celdas al musulmán, donde éstos sólo estén conectados a la red de predicadores televisivos o internáuticos. Pero al mismo punto lleva el abuso del prisma jurídico en los otros, aunque su jurisprudencia sostenga una manga más ancha de las puñetas de los rigoristas: todos ellos acaban empujando al musulmán a «esconderse en sus madrigueras» (mezquitas, hogares, lugares de trabajo…) como dice Abdelcáder Masfén, pues no saben/no quieren/no pueden aportar otra cosa. Tanto los preceptos que provocan las estridencias de unos cuantos rigoristas, como las tesis y prácticas de otros cuantos moderados que convocan a invisibilizarse (bien para «no provocar» a los occidentales, bien para «no generar fitna»…) abocan al mismo panorama: individualista, sin intelecto, sin ética, sin comunidad… sin islam.
Como dice Rafa Millán «dentro vídeo»:
«El abuso de la perspectiva jurídica«: