El genocidio perpetrado por el Estado de Israel contra el pueblo palestino sucede a los ojos de la comunidad internacional y sin restricciones se transmiten sus dolorosas escenas. Estados Unidos con su tríada poderosamente impune de apoyo económico y militar y poder diplomático ante organismos internacionales como la ONU, allanan el camino a los crímenes de guerra y lesa humanidad en casi 90 días de agresión y con cifras que superan los 22 mil palestinos asesinados por el régimen israelí.
Desde octubre pasado, las sociedades civiles de diferentes partes del mundo se han alzado en apoyo a Palestina, pero no han logrado eludir las estratégicas campañas de silenciamiento de sectores pro sionistas israelíes que se intentan imponer desde acciones discriminatorias, demandas judiciales y hasta muerte. Dichas campañas cuentan incluso en algunos países con apoyo de instituciones judeo-sionistas. Impulsadas desde acciones y discursos teñidos de islamofobia, estas campañas se nutren de la discriminación a todo lo árabe, lo musulmán y lo palestino, ignorando que con su intolerancia y racismo, sus ataques no se limitan a estas comunidades en particular, sino que amenazan los fundamentos cívicos, morales y éticos de cualquier democracia.
En los últimos meses, las acciones de protesta llevadas a cabo contra los crímenes de Israel, han sido variadas y se mantiene hasta hoy. Continúan las manifestaciones civiles masivas, las condenas y los pronunciamientos que demandan un alto al fuego, el respeto por los derechos humanos de los palestinos y la petición de juzgamiento del Estado de Israel ante la Corte Internacional de Justicia por crímenes de guerra. Sin embargo, estas acciones se catalogan de “antisemitas” y las personas que participan en ellas son acusadas de promover la violencia y el terrorismo.
Estas etiquetas difamatorias se han expandido por campus universitarios, redes sociales y ámbitos laborales causando enormes perjuicios e incluso sanciones y despidos. Quienes se pronuncian en contra de las acciones del estado israelí se exponen a ser presionados para callar, enfrentan amenazas y ataques que no quedan relegados al ámbito privado sino que trascienden al ámbito público. Así ocurrió en el Congreso de Estados Unidos cuando las organizaciones pro palestinas, Musulmanes Estadounidenses por Palestina y Acción Estadounidenses por la Justicia en Palestina, fueron acusadas de “llamar a un genocidio contra Israel” y de brindar apoyo a la resistencia palestina considerada grupo terrorista. Miembros del Congreso estadounidense también fueron acusados en dicha ocasión.
En Argentina, el presidente Javier Milei, en su discurso durante la ceremonia de apertura de los Juegos Macabeos Panamericanos 2023, ratificó su “compromiso inalterable con el Estado de Israel y con el pueblo judío en la lucha contra el terrorismo islámico”. Estas declaraciones fueron rechazadas por la Asociación Árabe Argentina Islámica y por el Centro Islámico de la República Argentina quién expresó su “más profundo rechazo a las expresiones agraviantes sobre todo a la comunidad islámica” y concluye su comunicado solicitando una audiencia con el presidente para “manifestarle el cese de sus discursos de odio hacia la Comunidad Islámica y se fomente un ámbito de diálogo para poder seguir conviviendo en paz y respeto, como ha venido sucediendo en la Argentina hasta el día de hoy”.
Estas estrategias discriminatorias, de las que incluso forman parte las instituciones de los Estado, conllevan un peligroso mensaje para la sociedad porque le otorga permiso para actuar en consecuencia.
Es ya conocido el aumento de islamofobia y discursos de odio contra lo palestino y lo árabe desde hace casi tres meses. Pero esta situación ha escalado incluso a violencia física, así es el caso del niño palestino-estadounidense Wadea al-Fayoume, que en octubre fue apuñalado por su vecino y murió. Su madre también fue víctima del ataque, pero sobrevivió. En noviembre, tres estudiantes palestinos fueron atacados con arma de fuego por hablar árabe y llevar kufiya.
Crece también en el mundo la sospecha y la vigilancia hacia las personas y grupos que se pronuncias a favor de la causa palestina o pertenecen a la comunidad musulmana. El Centro Islámico de la República Argentina ha expresado su preocupación por este tipo de hechos. Mujeres de la comunidad fueron agredidas por su vestimenta en la vía pública, y en otro hecho fueron maltratadas por la Policía de Seguridad Aeroportuaria. También se sucedieron detenciones arbitrarias por parte de la policía de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. En este hecho, los efectivos policiales expresaron que respondían a “órdenes de arriba” para solicitar documentación a quienes visten túnicas.
En la actual coyuntura es necesario continuar insistiendo en que los acontecimientos del 7 de octubre fueron una respuesta. Porque son la consecuencia del hartazgo del pueblo palestino, y su necesidad de poner fin a años de asedio, a 75 años de un régimen colonial, de colonos, que instauró un sistema de «apartheid» obligándolos a vivir en guetos. Palestina se ha rebelado y ha mostrado al mundo la humillación y la violencia israelí a la cual están sometidos incluso sus niños, la crueldad del robo y la destrucción de sus tierras, de sus símbolos y su historia, Palestina nos muestra hoy la crueldad a la que sobrevive y que se ha convertido en su realidad cotidiana impuesta.
No podemos ignorar la realidad del pueblo palestino y su causa, no podemos negarle su legítimo derecho a la autodeterminación y a defenderse de la ocupación colonial. Hoy, frente al avance de gobiernos de ultraderecha y supremacistas, funcionales al capitalismo y al imperialismo, todos tenemos la tarea de contribuir a sociedades inclusivas y libres de discriminación. No podemos otorgarle más lugar al modelo de represión social que intentan instalar con la premisa que las minorías pueden ser criminalizadas y estigmatizadas, libremente. No podemos dejarles avanzar sobre nuestra humanidad y nuestra empatía. Como ciudadanos del mundo debemos continuar abogando y luchando por la justicia, la tolerancia, el derecho a una vida digna, y en igualdad y libertad para todos y todas.
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Salud y buenos alimentos
Llamaré la atención sobre dos puntos:
► El primero es el más fácil de ver (otra cosa es que no se quiera mirar): es el burdo recurso de descalificar como «antisemita» a todo aquel que denuncie los crímenes del Estado Sionista, apelación tan grosera, que cae abiertamente en el absurdo, pero que retrata la mentalidad simplista (otros dirían «comodona» o «cefaloplana») de esos voceros y seguidores.
Dejando de lado el «detalle» que los palestinos son tanto o más semitas que los sionistas (los palestinos no son turcos, ni iranios, ni bereberes, ni caucasianos, ni nilóticos), tal descalificación es exactamente la misma que la recurrida acusación lanzada contra quienes denunciaban el terrorismo etarra («propaganda anti vasca», «odian al pueblo vasco», «enemigos de la identidad euscalduna»…). Es lo que se decía en Francia, en Bélgica, en Holanda, en Italia… «Eta representa un pueblo que lucha por su libertad y su identidad». Así pues, señalar la naturaleza, mentalidad y práctica criminal de Eta te convertía, automáticamente, en «antivasco» para muchos europeos, sudamericanos y norteamericanos (hispanos, francófonos o anglos).
Es el mismo mecanismo mental. Un mecanismo simplón asumido en casi todos los sectores políticos, sociológicos, mediáticos de Europa, incluidas (para comprender mejor, por ejemplo, ese bluf supuestamente soberanista y anti Agenda 2030 que es Giorgia Meloni) las juventudes del Msi (de donde viene Meloni), que fueron, en gran parte, simpatizantes de esa organización que también se proclamaba nacionalista y socialista.
Juan Manuel de Prada lo ejemplificó como si, cada vez que denunciáramos los crímenes de una dirigente o de un jefe de gobierno negro, se nos acusara automáticamente de misógeno o de racista.
► El segundo es donde insiste el artículo: responder con la islamofobia.
Pero esta respuesta y señalización («los que atacan al Estado Sionista lo hacen porque son musulmanes, es decir, porque son el enemigo de nuestra civilización») es también (y sé que lo escrito a continuación será polémico, pero es necesario afrontarlo) del mismo tipo que aquellas ofrecidas durante décadas como escudo del sionismo, a saber:
1) «Quienes atacan al sionismo lo hacen porque son nazi-fascistas». Ésta ha sido la más exitosa, pues todos los sectores de Occidente, identificados con quienes ganaron la II Guerra Mundial, se han tragado asimismo el mecanismo mental que justificó (y sigue justificando) los crímenes masivos y atroces (por la naturaleza del arma empleada) de las potencias aliadas, como los holocaustos incendiarios de Wuhan a finales 1944, Dresde (febrero 1945), Toquio (marzo 1945) y, como colofón, los bombardeos atómicos sobre Hiroshima y Nagasaqui.
Así como los genocidios (en nombre de «la paz y la seguridad», claro) planificados, promovidos y respaldados plenamente por las «Democracias»: caso del exterminio de los alemanes de Los Sudetes es paradigmático, justo la «purga étnica» que Golda Meir esgrimía como modelo ante los europeos: «si los nacionalistas checos tuvieron bula para eliminar a toda la población de Los Sudetes y repoblarla de checos ¿Porqué no podemos hacer lo mismo nosotros en Palestina?»
Y lo triste es que tenía razón: si para todos los demoliberales, socialdemocrátas, democristianos y comunistas europeos fue más o menos lícito el genocidio de los alemanes de Los Sudetes ¿Porqué les parecía mal lo que los sionistas hacían con los palestinos?
Funcionaba el famoso simplismo bipolar: si denuncias los crímenes de los aliados… simpatizas con los nazis alemanes, con los fascistas italianos o con los imperialistas nipones.
2) «Quienes atacan al sionismo es porque odian la democracia liberal» («Israel es la única democracia de Oriente Próximo»)
Esta consigna empezó a emplearse consolidada ya la «Guerra Fría». La Olp estaba alineada con los panarabistas socialistas y los comunistas, enemigos de la democracia liberal y el modo de vida occidental. Ergo hay que aprobar los crímenes contra los palestinos porque su principal fuerza política, es socialista o filocomunista.
El mismo mecanismo.
3) «Quienes atacan al sionismo es porque odian al pueblo elegido» («Jesucristo era -o es- judío y es un deber cristiano defender al pueblo elegido»). Los cristianos mesiánicos añaden que cuando Palestina entera sea judía, los judíos reconocerán en masa como Mesías al Hijo de María, y vendrá Jesucristo a instalar el Reino de Mil Años donde todos los cristianos serán felices y comerán perdices.
Los palestinos conforman la minoría del sacrificio para salvar a la mayoría de la humanidad.
Esta consigna, no por limitada a un sector (el confesional tragacionista de profecías) es menos potente, pues se combina con el antisocialismo y el antifascismo vulgar de las masas adoctrinadas en, por y para el Occidente realmente existente. Para Occidente, tanto le vale el antifascismo como el mesianismo, tanto le sirve el anticomunismo como el sueño de un mundo sin guerras.
4) Y ahora tenemos el simplismo bipolar de la islamofobia, que releva, o se yuxtapone, a los simplismos bipolares de «o estás con el sionismo antifascista, o con los nazi-fascistas», «o estás con el sionismo demoliberal, o con los social-comunistas», «o estás con el sionismo y la Venida Gloriosa de Cristo, o con seguir sufriendo en este Valle de Lágrimas».
«O aplaudes el genocidio palestino, o eres amigo del islam»