El hartazgo y la necesidad de terminar con la ocupación colonial y el régimen de apartheid impuesto al pueblo palestino durante décadas se han convertido en una demanda global luego del 7 de octubre de 2023. La crueldad, la violencia y la humillación que hoy vemos contra el pueblo palestino es la realidad que soporta y a la que sobrevive desde hace setenta y cinco años, y es hoy una realidad que a nosotros también nos somete a la tortura de la impotencia. Tenemos de un lado a los medios que nos transmiten en vivo y en directo un genocidio, y del otro, discursos de odio sionistas pululando alrededor del mundo y criminalizando cualquier muestra de apoyo y de humanidad hacia los palestinos.
(In) Seguridad
Eliminarlos, expulsarlos, hostigarlos hasta que se rindan. Israel no duda en llevar adelante cualquier plan que le sostenga en su existencia, ya sea en tiempos de “paz” o de guerra. La deshumanización de los palestinos ha sido la tarea asignada a cada israelí, una deshumanización que se practica en cada rincón de una sociedad que se ha dispuesto a odiar y a matar.
Israel ha intentado mantener su seguridad a expensas de la libertad y los derechos de los palestinos. El odio israelí, impulsado por su miedo a la resistencia palestina, los ha llevado a implementar un terrorismo perpetuo sobre el pueblo palestino, de la mano de bloqueos y el encarcelamiento en guetos de manera sádica y sistemática, controlando la vida y los medios de subsistencia, negándoles derechos y libertades fundamentales de todo ser humano y todo pueblo.
Pero todas estas acciones no han garantizado la seguridad para los colonos de Israel. Han sembrado terror y hoy está cosechando pánico, revueltas y críticas de los propios mientras los palestinos siguen ahí y sus grupos de resistencia armada les plantan batalla.
Israel no puede negar todo
El Estado sionista se enfrenta a una realidad que lo supera desde su creación, una realidad que hoy lo desequilibra y lo pone al límite de su existencia. Israel se erige en lucha contra dos millones de palestinos en un intento de asegurar su existencia, en un intento de revertir un índice demográfico que le ha ganado porque hay más población nativa palestina que israelíes colonos, lo cual atenta directamente contra su Estado colonial.
Como explica el analista político M. Bishara, el Estado israelí ha hecho de la seguridad una ideología, ha montado una estructura policiaca, militar y de inteligencia a la que le anexó variables como la propaganda, el adoctrinamiento y la demografía para convertirla en un concepto hegemónico-racista que acompañe sus políticas de seguridad, prevención y disuasión.
Pero para Israel esa mayoría palestina no quedó solo en un número, sino que se ha plasmado en resistencia. Porque los palestinos son el invencible sentimiento de pertenencia histórico – cultural y el apego a sus tierra que les inviste de valor y resiliencia. Israel ha tenido que construirse, ha tenido que inventarse un bagaje histórico y cultural de pertenencia para lograr colonizar y mantener su sociedad colona ocupando los territorios y emprendiendo nuevas ocupaciones. Por el contrario, el pueblo palestino ES… es la esencia de esa tierra, es su historia y su cultura, sus mezquitas e iglesias, sus poemas, sus aldeas, es cada uno de sus olivos y sus naranjos. Palestina y su pueblo no necesitan una justificación, Israel sí, por esto es que se ha ido construyendo en torno a la teología y el argumento que ésta le dio de ser “el pueblo elegido”. Con este escudo y mientras esgrime el antisemitismo como arma discursiva contra todo el que lo contraríe, Israel avanza impune en su genocidio contra el pueblo palestino.
Inundación Al Aqsa
El odio y desprecio de Israel no va a acabar con los palestinos, pero esta forma de existir está acabando y expulsando a los propios israelíes. Fieles a su violenta identidad sionista, Israel responde al ataque revolucionario de Hamas del 7 de octubre con un contraataque desmedido y una vez más nos demuestra en su crueldad, la frustración que sienten y su odio visceral hacia un pueblo que no desaparece.
Hemos visto varios intentos de lograr la paz, pero ninguna propuesta ha logrado prevalecer por encima de la violencia, la ocupación y el exterminio que se han mantenido sobre el pueblo palestino porque Israel, junto sus aliados y cómplices, no pueden controlar su intolerancia frente al fracaso de su proyecto colonial. Desde todo el arco político y desde una sociedad enferma de racismo, se promulga con impunidad la idea de acabar con Hamas y con todos los palestinos, porque para ellos “no hay inocentes en la Franja”.
Sus cómplices occidentales ven hundirse este experimento colonial del Oriente Medio, como bien lo define el activista español Daniel Lobato, porque Israel es una de las “casillas centrales del mapamundi geopolítico” que Europa y EEUU que no quieren perder. En medio de las críticas de una sociedad global que se manifiesta en contra del genocidio contra el pueblo palestino, los cómplices occidentales intentan mostrase “más” humanos para salvaguardar sus intereses en la región con discursos vacíos de reales intenciones de acción y manteniendo su postura pro israelí en el Consejo de Seguridad y sin apoyar la demanda sudafricana ante la Corte Internacional de Justicia.
Rafah
Desde que el plan de partición para separar la Palestina histórica en dos Estados se puso en marcha, sus ciudades han sido vaciadas sistemáticamente durante décadas, sus habitantes masacrados, asesinados o expulsados, sus construcciones demolidas o confiscadas. Ningún palestino pudo volver a su casa, ninguna ciudad fue salvada, ni sus nombres, ni su historia. Desde el río Jordán hasta el mar Mediterráneo, Palestina ha sido saqueada y ocupada por un Estado racista – colonial y su sociedad colona, que urdida en el sionismo no ha dejado de buscar su completa eliminación. Hoy la ciudad de Rafah está en la mira.
Israel ha anunciado que será atacada durante el bendito mes de Ramadán que comienza el 10 de marzo. “Si Hamas no libra a los rehenes se atacará Rafah” decía B. Gantz, general israelí que forma parte del Gabinete de Guerra. Gantz explicaba que este ataque implica también a Egipto y Estados Unidos, quienes serán los facilitadores de una evacuación, que intentan disfrazar de intención de “minimizar las bajas civiles”, pero que en realidad no es más que la intención de expulsar a los palestinos de sus tierras.
Una vez más Israel llevará adelante acciones agresivas y restrictivas contra la fe de los palestinos, una vez más los atacará por ser musulmanes. Es lo que ha ocurrido en Al Aqsa, con intervenciones por parte de la policía israelí que no tiene reparos en ingresar y reprimir, detener, asesinar… Israel no tiene reparos, una vez más, en pasar por encima toda normativa internacional y esta es una razón más de las muchas que llevaron a la rebelión de la resistencia en octubre pasado.
Israel se esfuma
Israel odia a Palestina porque está dinamitando su ideal colonial, como explica el historiador Ilan Pappe, la lucha por la eliminación de los palestinos es lo que une a una “nación israelí”, si esta lucha acaba quedan “dos grandes grupos en guerra, por un lado los judíos seculares que abogan por un estado democrático pluralista y por el otro un grupo mesiánico sionista.” Ambos necesitan equilibrar su poder, no solo dentro del territorio que ocupan, sino también dentro de una región y un mundo para el que hoy no pueden “encubrir” sus políticas genocidas como meras respuestas o represalias. Israel necesita de su enemigo palestino para existir porque es la esencia de su existencia como Estado colonial y sionista.
Para Israel la cuota de impunidad se está agotando, la sociedad global se manifiesta en su contra, los Estados lo demandan y los palestinos resisten y no se van. El extremismo de Israel ya no es ajeno para nadie, podemos hoy decir con bastas pruebas que es capaz de cualquier cosa con tal de seguir existiendo. Hoy por primera vez, Israel se encuentra sentado en el banquillo de acusados en la Corte Internacional de Justicia, por dos demandas historias: un caso por genocidio y un caso por ocupación ilegítima. Pero el ente sionista no descansa, no teme, amenaza y avanza en una destrucción que nos implica a todos. Israel está implosionando, de no abandonar sus cruentas y sádicas políticas genocidas y comprometerse en un real proceso de descolonización, terminará por desaparecer. La solución de los dos Estados parece hoy imposible de aplicar, pero sigue siendo para los líderes mundiales la única salida a un régimen israelí que no tiene fututo en el gran Oriente Medio.
Lo único realista es que se deshaga «Israel», que es una base financiada por el imperio, y se constituya el estado palestino, como se constituyen los estados, no como guetos, que es lo que es «Israel».
Personalmente creo que la solución de los dos estados es imposible… es una falta de respeto -y perpetuar la tortura- exigirle a Palestina que siga soportanto a Israel. Pero es el plan de los políticos en todo el mundo. Esa «deuda» con el pueblo de Israel se la hacen pagar a los palestinos. Yo quisiera preguntarles a cada uno cómo se hace para vivir -bajo imposición- con quien te odia tanto que quiere que desaparezcas.Quién soporta? por qué se debería soportar?
La paz con Dios.
La ocupación de Palestina por el Estado Sionista es, en efecto, mucho más que una simple ocupación militar (dominio del territorio por una fuerza militar): es una ocupación colonial.
Pero es, a su vez, mucho más que una ocupación colonial, esto es, peor que una dominación completa enfocada a la succión y expolio de recursos: en Palestina nos encontramos una ocupación colonizadora, dirigida a eliminar población para suplantarla por una población «sustituta». Una colonia no es siempre un territorio a colonizar humanamente, pero algunas sí lo han sido: las Trece Colonias angloamericanas, todo el territorio al Este del Missisipi, Alta California, el Bajo Don, Cuenca del Cubán, Australia, Tasmania, Oclahoma, Patagonia, Tierra de Fuego, los Sudetes, Prusia Oriental, Pomerania Oriental, Silesia, Manchuria… Palestina es el último territorio en sufrir una política no sólo de «apartamiento», sino de exterminio sin prisa, pero sin pausa, en una colonia. Una situación mucho peor que la sufrida en la República de Sudáfrica, pues los supremacistas blancos nunca pretendieron exterminar ni a los bantúes ni a los «colorados» (resultado del mestizaje entre los primeros holandeses y bajo sajones, y los hotentotes), sino mantenerlos fuera de zonas reservadas a los blancos. Los sionistas, por contra, sí buscan el exterminio de las «ratas árabes».
El artículo llama la atención del hartazgo de muchos y como se reacciona en el mundo ya que Netanyahu, acuciado por una contestación interna, ha apretado el acelerador. Y señala como, al mismo tiempo, la propaganda sionista (en Europa, eurosionista) intensifica su criminalización de cualquiera que denuncie los crímenes de Israel.
Esto no es nada nuevo: criminalizar a quien denuncia las matanzas sionistas sucede desde 1948. Debemos recordar cómo, durante décadas, no pocos socialistas, incluso comunistas y antifascistas de «izquierda» acusaban a los antisionistas de «nazi-fascistas», de (como no) «antisemitas» (como si los palestinos fueran turcos y no semitas, por cierto) y agitaban el experimento de los Kibbutz para justificar ese expolio. Para cada época y para cada «parroquia» se agitan excusas apropiadas, adoptadas a los prejuicios o sueños del personal, y esto debemos tenerlo siempre presente.
Hoy, son las diferentes modulaciones del amplio frente liberal (más o menos conservador, más o menos minarquista, más o menos democristiano, más o menos laico, más o menos identitario e, incluso, neonazi) quienes conforman la vanguardia del eurosionismo y del americasionismo, junto a los fanáticos del dispensacionismo mesiánico. Pero mañana podrán ser otros los apologistas del sionismo y con otras excusas.