En 1960, la «Liga Antifascista por la Libertad de los Pueblos» gana -de nuevo- las elecciones birmanas, y el segundo padre de la patria, U Nu -el primero fue Aung San-. vuelve a ocupar el cargo de primer ministro (lo había sido entre 1948 y 1958). El antifascista U Nu había sido ministro de asuntos exteriores de la Birmania alineada con el «Eje Berlín–Roma–Toquio» durante la II Guerra Mundial -tal como lo leen; cambió de bando cuando el «Eje» perdía irremediablemente-, y volvía a situarse al frente de un gobierno que en esa década -la de los cincuenta- había conseguido reducir considerablemente la actividad de la insurgencia comunista y de sus aliados socialistas de la «Cinta Blanca» -ambos estuvieron a punto de vencer en 1949-. Pero el gobierno de Rangún no había conseguido reducir los ataques continuos de la «Unc» en la «Cornisa Caren» -las montañas de la frontera con Siam, aunque también se asentaban al norte de la capital-, y debía bregar con frentes abiertos en otros puntos de la Unión donde se reivindicaban estados autónomos.
La primera Vuelta de Tuerca en la deriva nacionalista
U Nu prometió en la campaña de 1960 dos cosas significativas: la primera fue formar el Estado Aracán, al oeste, y el Estado Mon, al este -ambas regiones forman parte de la Birmania Baja, pero periférica: se extienden fuera del «hueco de la herradura»-, con el nivel de autonomía que ya poseían -en la Birmania Alta– los Estados Sihán y el Estado Carenni -luego llamado Estado Cayaj-; y la segunda fue declarar el Budismo Zeravada como religión de estado. La primera no pudo llevarla a cabo. La segunda promesa la cumplió.
• ¿Qué objetivo perseguía la «Liga Antifascista por la Libertad de los Pueblos» de U Nu?
Era evidente: agitar la identidad devocional de la mayoría social del país para ganarse su adhesión y asentar, en esa identidad, la cohesión nacional -y reforzar, por tanto, la identificación de los gobernados con sus gobernantes-; pues enarbolar la identidad étnica o lingüística bamara -como hubieran hecho nacionalistas laicos- no era factible ya que hubiera provocado un rechazo frontal en la mitad del territorio nacional, donde eran mayoría -y siguen siéndolo- los no bamaros. Pero sí era factible usar el sentimiento religioso -sería más apropiado llamarle devocional-, pues la inmensa mayoría de los Estados Sihán, de la etnia mon o del Aracán, son tan budistas zeravadas como la práctica totalidad de los bamaros. Si de cada nueve birmanos, seis son bamaros (incluimos a los rajines del Aracán, los cuales hablan un dialecto bamar) de cada nueve birmanos, son budistas ocho.
• ¿Pero eso no era despreciar a poblaciones que presentan porcentajes altos en la Alta Birmania como la del Estado Cachín al norte, o la región Chin al oeste -no confundamos los chines del oeste montañoso birmano con los chinos-?
Los británicos consiguieron que gran parte de los carenes -un tercio aproximadamente- de la frontera con Siam -la «Cornisa Caren», aunque, ya lo hemos mencionado, también se asientan en zonas al norte y oeste de Rangún– abrazara alguna de las iglesias cristianas, así como un tercio largo de cachines, fronterizos con China al norte; los misioneros amparados por el Imperio Británico tuvieron mayor éxito entre los chines, fronterizos con la India y asentados en las montañas que se extienden como un sable entre las llanuras centrales al este y el Aracán al oeste: la mayoría chin se hizo cristiana. Por tanto ¿Tal declaración impulsada por U Nu no era echar gasolina al incendio de la «Unc» y provocar incendios semejantes en el norte y el oeste de la Unión? Por lo pronto, la institucionalización del budismo zeravada como religión de la República enfureció a un número significativo de cachines bautistas quienes, en 1961, formaron en el norte el «Ejército para la Independencia de Cachín» -«Kía»- ¿Cómo era posible que un dirigente buscase contentar a mayorías, pero soliviantando a minorías importantes -o mayorías- en tres regiones al punto que atizaba el separatismo?
No resulta difícil percibir las razones de la «Liga»: los dirigentes birmanos necesitaban convertir aquella lucha contra el «Ejército de Liberación Nacional Caren» -brazo armado de la «Unc»-, o el surgido en la Región Cachín, en un «choque de religiones». Si no podían negar que carenes y cachines eran «tan oriundos» como los bamaros, presentar esa confrontación como un choque entre los «fieles» a «la religión de nuestros ancestros» -«genuinamente nuestra»- y los «convertidos» a «religiones extrañas» sí sería fácilmente asimilado por la población devota… y por los monasterios. Y los monasterios birmanos no sólo sustentan la más numerosa población de monjes del mundo, sino tienen una influencia considerable en la población.
Para explicar un poco la influencia de los monasterios -que no del budismo, pues nunca hemos de confundir institución religiosa alguna con la fe que dice representar, sustentar o seguir- es importante conocer que lo habitual entre los birmanos es enviar a sus vástagos, durante una temporada de sus vidas, a los monasterios. Es una costumbre muy arraigada entre bamaros, mones y otros birmanos devotos al budismo zeravada. Los niños pueden pasar varios meses, a veces un año y, en ocasiones, si así lo deciden los padres (o bien porque mueren antes) se quedan de por vida en el monasterio.
Así pues, los antifascistas «por la libertad de los pueblos» no convirtieron Birmania en un estado nacional-budista sólo para ganarse la adhesión ciega del «sentimiento religioso» mayoritario en el pueblo bamaro, sino también la de otras mayorías budistas (recordemos que los rajines también son bamaros) como las existentes entre el pueblo mon o en bastantes de los Estados Sihán. Además de agitar la bandera del Budismo Zeravada para combatir al Comunismo -es lo que hicieron en los años cincuenta-, creaban un «choque de religiones» para dar cobertura a su enfrentamiento con la «Unc» y el iniciado contra el «Kía» -ambos frentes nutridos por muchos cristianos-. Cierto es que tan «choque de religiones» favorecía también la propaganda comunista, ideario que proponía superar las religiones, entre otros motivos, para acabar con las divisiones sectarias y así poder unir al pueblo llano atendiendo a sus necesidades y verdaderos intereses. Pero las ganancias previstas parecían superar las pérdidas pues, además, la Birmania nacional-budista lograba introducir una cuña sentimental muy fuerte tanto en el seno de los carenes -donde una tercera parte son budistas- como en el conjunto de los cachines -donde son budistas cinco de cada nueve-.
Conclusión: la primera vuelta de tuerca -convertir al budismo en la religión de la República- se acometió a principios de los sesenta, en democracia -o régimen pluripartidista-, no sólo para que el poder político instrumentalizase los sentimientos religiosos de la mayoría de los birmanos y obtener así su adhesión en una guerra civil, sino también para dividir a los pueblos de la Alta Birmania que más apoyo prestaban a las oposiciones armadas.
continuará…