El Corán pide ser considerado como un texto fluido e inestable, irreductible a un sentido unívoco. Umberto Eco caracteriza la obra abierta por la inestabilidad, la imprecisión, la complejidad, la mudabilidad, entre otras categorías, y por una insistente y especial invocación a la fruición e intervención productiva por parte del lector, que se ve inevitablemente implicado en tanto receptor. No se trata de que existan diversas posibilidades interpretativas que puedan resolverse mediante el método apropiado, sino de que el propio texto admite diferentes posibilidades de ser leído en un nivel lingüístico, por el uso no cerrado o no fijado del lenguaje empleado, lo cual puede resultar desconcertante. Esta polisemia (otros dirán “ambigüedad”) se manifiesta de diversas formas:
1) El Corán contiene numerosos pasajes que, aparentemente, aluden a un contexto. Pero no nos ofrece ningún dato sobre dicho contexto, de modo que quedan en el aire. La falta de datos invita a leer esos pasajes con independencia del contexto, lo cual abre las posibilidades, pero también puede generar confusión. Como ejemplos, pienso en versículos como aquellos que recrimina a algunos el no haber salido a combatir, las referencias a asuntos familiares del Profeta o a acontecimientos históricos del pasado árabe, etc.
2) Contiene numerosos enunciados de tipo “ambiguo”. Y eso sucede a menudo en casos en los cuales se esperará un lenguaje más preciso, como serían los versículos de tipo normativo. Los versículos sobre la vestimenta femenina son significativos al respecto: no es casual que den lugar a lecturas tan divergentes, pues éstas se derivan del propio texto coránico.
3) Nos encontramos con numerosas palabras eminentemente polisémicas, sin pista alguna sobre cual de los diversos sentidos sería el pertinente en cada caso.
4) Esta ambigüedad puede acrecentarse por la ausencia de puntuación, pues en el tiempo en que fue compilado no contenía dichos signos de puntuación. Hay pasajes cuyo sentido cambia totalmente si ponemos una coma antes o después.
5) Hay enunciados de tipo descriptivo que pueden atribuirse (lingüísticamente hablando) a varios posibles sujetos en una misma frase. Lo cual resulta especialmente inquietante cuando uno de los posibles sujetos es Al-lâh. Ahondando en esto: existen frases en las cuales se dice algo sobre Al-lâh, seguidas de otras en las cuales (se supone) que Al-lâh es el que habla.
6) Existen casos de rupturas sintácticas, saltos del plural al singular, y viceversa. También cambios bruscos de tiempo verbal: frases que se inician en pasado y terminan en presente.
7) Los temas aparecen entremezclados, las narraciones se cortan en un punto para dar lugar a otras, y pueden tener más o menos continuidad en otra parte del Corán. Eso sucede con los retazos de las vidas de los profetas, pero también los temas de carácter jurídico-normativo son tratados de forma dispersa a lo largo del Corán, de modo que su reconstrucción implica la lectura del conjunto.
8) A todo ello hay que sumarle la recurrencia de aliteraciones y repeticiones de palabras. Pienso en expresiones del tipo “cuando sea molida la tierra moliendo moliendo… y el ángel en filas en filas…” (89:21-22) o “y cargarán sus pesos y pesos con sus pesos” (29:13). El peso de la frase se pone sobre la sonoridad antes que sobre el significado… Es imposible el comprender su sentido sin la inclusión de esta dimensión sonora. Quizás el caso más extremo sea 89:21-23, en el cual los sonidos se repiten de forma obsesiva, apuntando a la experiencia gustativa del Corán como inseparable de la recepción de su sentido. Esto es algo que (por desgracia) los traductores occidentales del Corán suelen ahorrarnos, tal vez pensando que pueden resultar malsonante para sus lectores, optando por una traducción convencional de un significado estándar, basado en el prejuicio logocéntrico que considera más importante el contenido que la forma.
¿Podemos decir que el Corán es un texto ambiguo? ¿No contradice esto algo que el propio Corán nos dice: este es un mensaje “claro en sí mismo”…? ¿No estamos con esto haciendo caso omiso a la recomendación de“seguir lo que está claro”? ¿A qué responde esta “ambigüedad”, que tantos debates y disputas ha generado y seguirá generando entre los musulmanes, hasta el punto de dificultar todo acuerdo sobre puntos importantes?
La ambigüedad y la diversidad de posibilidades de lectura (no hablamos aquí de interpretaciones, las cuales nos remiten a metodologías diferentes) nos obliga a tomar decisiones en tanto que receptores de la palabra revelada. No hay posibilidad de una lectura unívoca del Corán. Al-lâh ha blindado su Libro contra toda pretensión de objetividad que pretenda pasar por la única posible: la prueba palmaria es la recurrencia de debates sobre los mismos temas, sobre las mismas aleyas, sin solución alguna. Por eso, considero aplicable al Corán lo que Umberto Eco dice de ciertas corrientes del arte contemporáneo, las cuales se presentan
“no en un mensaje concluso y definido, no en una forma organizada unívocamente, sino en una posibilidad de varias organizaciones confiadas a la iniciativa del intérprete, y se presentan, por consiguiente, no como obras terminadas que piden ser revividas y comprendidas en una dirección estructural dada, sino como obras «abiertas» que son llevadas a su término por el intérprete en el mismo momento en que las goza estéticamente”.
De este modo,
“la poética de la obra abierta tiende… a promover en el intérprete actos de libertad consciente, a colocarlo como centro activo de una red de relaciones inagotables entre las cuales él instaura la propia forma sin estar determinado por una necesidad que le prescribe los modos definitivos de la organización de la obra disfrutada”.
Claro que Umberto Eco se refiere al placer estético, el horizonte en el cual se enmarcan sus investigaciones. En el caso del Corán, quedaría por ver cual es el tipo de “experiencia gustativa” resultante, incluyendo una donación intempestiva de sentido. Hecha esta salvedad, serían también aplicables las consideraciones de Mijail Bajtin sobre la “polifonía del discurso”: la Voz que habla en el Corán no puede ser asimilada a la de un sujeto humano, un “yo” individualista y privado. El Corán se impone en tanto que Palabra de Al-lâh que desciende en una comunidad humana, que requiere que sus receptores sean verdaderamente receptivos, reflejándose en el texto. Esto implicaría en primer lugar a los primeros que escucharon la revelación, en tiempos de Muhámmad (saws). Pero, dado el carácter del Corán como palabra de Al-lâh, esta consideración se extiende a las generaciones sucesivas, las cuales verán reflejadas sus propias aspiraciones y carencias, sus necesidades interiores y exteriores, sumergiéndose en el océano coránico como en un mar infinito, del cual manan los ríos que dan al paraíso… Ningún signo es neutral, ni existe la posibilidad de fijar su sentido en un momento de la historia. La ambigüedad del Corán no solo favorece, sino que hace inevitable este movimiento: la recepción meta-histórica de la revelación, capaz de procurar sentido de nuevo en cada época, a cada persona, a cada comunidad real, en toda circunstancia.
Muy buen artículo, Y peligroso para el autor porque lleva a un terreno en que sus palabras serán abiertas o cerradas pero se exponen a que quien lo lee las abra o las cierre sin mucha discreción.
Decir que el honrado Alcorán es un texto abierto parece lógico porque, de lo contrario, si fuese un texto cerrado, sería como rechazar su origen divino. La sapiencia y la sabiduría divinas no tienen límites, el texto en que se vierten ¿debería tenerlos? Los limites del honrado Alcorán siempre los va a poner el lector o escucha. Y es el lector o escucha el que necesariamente ha de modificarse si quiere sacarle algo o mucho o todo lo que pueda al honrado Alcorán. La aleya que nos dice que el honrado Alcorán no lo tocarán sino los purificados, es elocuente. Purificarse es algo dinámico, uno puede purificarse toda la vida y con cada purificación «tocará» más del honrado Alcorán. También en el texto del honrado Alcorán se nos indica que Dios extravía, pero solo a los que quieren extraviarse. Y aquí me viene al pensamiento lo que dice el autor de este artículo de la vestimenta femenina, ocasión imperdible para extraviarse y visitar los hermosos cerros de Úbeda para infinidad de seudocreyentes. Es como si el honrado Alcorán supiera cuando vamos a hacer trampa y a servirnos de él para el extravío. Por eso, hay que cultivar la propia purificación y el propio criterio para no dejar que nos extravíe no ya el honrado Alcorán, sino los que se apropian de él para arrimar ascuas a sardinas espurias, que no reflejan nada limpio sino esas impurificaciones que se llevan al honrado Alcorán esperando que él nos dé algún cabito para agarrarnos a nuestras propias debilidades sin movernos en cambio a examinarnos a nosotros mismos.
Por otra parte, son todos esos terrenos abiertos que nos cita Abdennur en el honrado Alcorán los que como perlas en escondrijos, cuando nos ponemos a estudiarlos, resulta que nos abran caminos siempre hermosos y fecundos y siempre, claro está que no abandonemos nuestro propio sentido crítico y capacidad de raciocinio y comprensión, enamorándonos de nuestras propias ideas en lugar de realmente llegar a legítimos entendimientos.