Viendo por todo lo que están pasando, cabría suponer que los palestinos deberían estar haciendo una serie de cosas que, finalmente, son bastante normales. Hay algo que les falla, porque vean ustedes:
Asediados y sentenciados a muerte o, en su defecto, a la expulsión ”voluntaria” de su tierra de nacimiento o de refugio, en vez de correr como locos, en estampida, hacia la frontera con Egipto y trepar muros, asaltar barreras, arrollar guardias y tratar de escapar, aunque fuera triunfando sobre otros que tendrían tanta ansia y tanta prisa como ellos por llegar a donde no los bombardeen o los maten, siguen en Gaza, como si allí les esperara un día como los de tanta gente, con su desayunito, su trabajito o escuelita, su almuerzo, etc., etc. No, no es normal.
Muertos de hambre o de sed, como están, deberían deambular o correr febriles y medio tarados (o completamente tocados) asaltando cualquier alimento o cualquier lugar donde cupiera encontrarlos y, en lugar de eso, con un cacharro en la mano, hacen colas ordenada y serenamente para ver si algo les llega de lo que haya podido aparecer por algún sitio y, sobre todo, por algún milagro.
Con hijos, hermanos, padres o madres muertos y ellos, sin ninguna vislumbre de que les aguarde mejor suerte, deberían mirar amargados a las cámaras, con ira, con desesperación, quizás con ganas de agarrar las cámaras a quienes las sostienen, y arrojárselas a la cara y gritarles, gritarles que los están matando.
Abreviando, porque sería muy prolijo enumerar todas las disfunciones en las que caen, los palestinos de Gaza y de otras partes deberían portarse como lo que son, o dicen que son, o sea, como salvajes, brutos terroristas, gente sin maneras ni contención.
Y sin embargo…
Esta muy feo eso de que en una situación de “solución final” como la suya muestren esa contención, esa calma, ese dolor, sí, pero nunca ira, ese desinterés por escapar de Gaza y ese mirar hacia adelante sin la más mínima cara de derrota.
Palestina, crucificada y maestra, cuando seamos mayores nos gustaría ser como vosotros.
Que Dios, en cuyas manos esta nuestro destino, nos haga a todos dignos de él.
El pueblo palestino nos deja sin palabras, ya sea por su dolor o por su honor, por su vida. Cuesta entender desde nuestras realidades las maneras de sobrevivir y de existir de los palestinos. Por eso creo que debemos mantenernos en un respetuoso silencio, sin condenas ni agravios para ellos que luchan por su libertad, por sus tierras, por sus vidas. Pero sí debemos denunciar los crímenes de un estado israelí absorbido por el odio y que impunemente, durante más de setenta y cinco años, robó, saqueó, humilló, mató, silenció a Palestina. No estamos en deuda con el sionismo, pero si con Palestina.