Propongo leer el nombre de Al-lâh Rabb como Maestro. Esta es una connotación de la palabra árabe, eludida cuando se la traduce como Señor. Rabb tiene también la connotación de sostener y preservar, por eso Muhammad Asad lo traduce como Sustentador. Ubaydal-lâh Maurice Gloton, un gran conocedor del Corán y del árabe clásico, tradujo al francés el nombre Rabb como «Enseigneur», algo así como “Señor-Enseñante”. Dice Maurice Gloton:
“La raíz R-B-B del nombre divino Rabb comporta más significados que el término «Señor». El Rabb está siempre, en el Corán, en conjunción con otras realidades. Por ejemplo: Rabb de los cielos y de la tierra, mi Señor o tu Señor. No puede decirse, sino abusivamente, «Señor» de una manera absoluta. El Rabb es el maestro que posee autoridad y conocimiento y que actualiza y exalta en su discípulo o alumno, así como en todo lo creado, las posibilidades positivas ocultas” (María en el Corán, incluido en el volumen colectivo Mujeres de luz, ed Trotta 2001, pág. 178).
Esto es crucial para entender expresiones como «Rabbi al-alamin»: Al-lâh como Maestro y Sustentador de todos los mundos. Lo que sostiene cada mundo sería, precisamente, esa maestría en el conocimiento. El Maestro nos sostiene, no en el sentido superficial de mantenernos sino en cuanto a seres humanos que buscan el conocimiento y anhelan conocer a Al-lâh. Y es nuestro Rabb precisamente en la medida en que hace despertar las semillas que laten en nosotros. No es por tanto un «Señor», palabra con unas connotaciones diferentes y que tiene un sabor antropomórfico.
Esto es crucial, pues Rabb aparece al menos 970 veces en el Corán como nombre de Al-lâh. Es, junto a la rahma, su atributo principal.
En la inmensa mayoría de las apariciones coránicas de la raíz RÂ BÂ BÂ se refiere a Al-lâh. Hay unas pocas excepciones, que reseñamos.
En 5:44 aparece el plural wal-rabâniyûna. Como el pasaje alude a los judíos, muchos traductores escriben: “y los rabinos”, lo mismo que en 5:63. Rabino significa maestro.
En 3:146 aparece ribbiyyûna. Muhámmad Asad traduce “hombres consagrados a Dios”, Abdelghany Melara como “seguidores”, Isa García como “servidores devotos” y Raúl González como “seguidores espirituales”. Julio Cortés simplemente evita traducir esta palabra. ¿Por qué se elude el sentido literal y se usan expresiones no relacionadas etimológicamente con el original? Leamos el versículo:
¡Cuántos profetas combatieron, y muchos maestros con ellos,
y no se desanimaron por las dificultades que hubieron de soportar
en la senda de Al-lâh ni mostraron debilidad ni se abatieron!
Al-lâh ama a los pacientes.
Teniendo en cuenta los versículos anteriores y siguientes, los comentaristas dicen que este pasaje alude a los compañeros que combatieron junto al Profeta en la batalla de Uhud. Puede ser, aunque el Corán usa el plural y por tanto no se refiere a un caso en particular: se trata de algo que les sucedió también a otros profetas. En principio resulta extraño que, a estos combatientes, se los llame “maestros”. Pero el Corán lo hace, y con ello nos transmite la visión de una comunidad en la cual todos son maestros, inshallah. Lo cual hace pensar en el yihad del conocimiento y no en la lucha armada. Si la misión principal de los profetas es divulgar la sabiduría divina es comprensible que los que aprenden y enseñan luchen junto a ellos. Este es el yihad sin el cual nadie accede al paraíso y del cual se obtiene una recompensa en ambos mundos:
Al-lâh les dio la recompensa de la vida de acá
y la buena recompensa de la otra.
(Corán 3:148)
Sin embargo en 12:39 se nos previene sobre otra clase de maestros. La expresión es elocuente: a-arbâbun mutafarriqûna; es decir: maestros separados, que se distinguen o se separan en grupos. La raíz alude al furquan: criterio o distinción. El Corán pregunta:
¿Son los maestros separados/distinguidos
mejores que Al-lâh, el Único Irresistible?
La respuesta es obvia: Al-lâh es el Maestro por excelencia y nadie que se separa de Él o pretende establecer un criterio (una maestría) que no lo considere como tal puede ser un auténtico maestro. Por eso los maestros se caracterizan por su estudio de la escritura divina y no por inventar sus propias enseñanzas. Son estudiosos e intérpretes de la revelación, aprendices del Maestro.
Poco después, en 12: 41-42 aparece 3 veces como rabbahu, rabbika y rabbihi. Estas son, exactamente, algunas de las formas que el Corán usa, en numerosas ocasiones, en relación a Al-lâh. Es el episodio del profeta Yusuf (as) en la cárcel. Aquí algunos traducen “señor” y otros “maestro”, pues no queda claro si los compañeros de cárcel se refieren a un maestro humano o a Al-lâh. Esta doble posibilidad genera la pregunta: ¿Qué justificación tiene traducir la misma palabra como maestro (si se refiere a humanos) o como Señor (si se refiere a Al-lâh)? Mi sospecha es que se trata de evitar pensar a Al-lâh como nuestro auténtico Maestro, pero también el pensar en nosotros mismos, simples receptores de la revelación, como tales (por lo menos en potencia). Pero esto último es a lo que nos exhorta el Corán, literalmente.
Esto se confirma en 3:79-80, un pasaje que os invito a estudiar con detenimiento. Nos dice que ningún Mensajero de Al-lâh nos pide que lo adoremos a él sino a Al-lâh. Y añade: ¡Sed maestros! (rabbâniyyîna). Según la traducción de Julio Cortés:
No es apropiado que un mortal a quien Al-lâh da la Escritura,
el juicio y el profetismo, vaya diciendo a la gente:
«¡Sed siervos míos y no de Al-lâh!». Antes bien:
«¡Sed maestros, puesto que enseñáis la Escritura y la estudiáis!»
Ofrezco también la de Abdelghany Melara, que mejora la anterior al traducir huk’ma por sabiduría:
No cabe en un ser humano a quien Al-lâh le ha dado
el Libro, la Sabiduría y la Profecía, que diga a los humanos:
Sed siervos míos en vez de siervos de Allah; sino más bien:
Sed maestros, puesto que conocéis el Libro y lo habéis estudiado.
Es decir: los Mensajeros de Al-lâh nos exhortan, a todos y cada uno de nosotros (a las gentes), a que nos convirtamos en maestros-transmisores, sin arrogarnos la autoría de lo que enseñamos y sin exigir a nadie la obediencia. A este versículo sigue lo siguiente:
Al-lâh no os ordena que toméis como maestros (arbâban)
a los ángeles y a los profetas.
La oposición es clara: por un lado lo que se reprueba (ser servidores de ángeles o de profetas) y por otro lo que se propone (hacerse maestros-transmisores). En definitiva: aquel a quien Al-lâh ha dado la revelación (es decir, todas las criaturas) debe convertirse en maestro y en discípulo del único Maestro, y no en servidor de ángeles ni de otro ser humano, aunque este sea un Mensajero de Al-lâh. Este es obviamente un maestro; y el más excelente de todos, precisamente por haber llegado al estado de total servidumbre con respecto al único Maestro. No es un innovador ni nos enseña nada de lo cual pueda ser considerado como autor.
La imagen resultante es la de una comunidad interpretativa en la cual todos enseñan y aprenden los unos de los otros, teniendo como referente la escritura divina, lo cual abarca tanto los libros revelados como el Libro de la creación.
Esta posibilidad se opone tanto al culto religioso como al culto secular a los maestros. Pero también a la imagen del filósofo como inventor.
Quien tiene como maestro único a otro ser humano deja de lado la mayoría de las enseñanzas que le ofrece la vida. Si Al-lâh es nuestro Maestro todo es enseñanza. Esto no es una invitación a no tener maestros humanos; al revés, es una invitación a descubrir a un maestro en cada criatura. Y, sobre todo, a hacerse maestro en algo, aprendiendo y compartiendo lo aprendido, convirtiéndose así en un motivo de aprendizaje para otros.
Todo lo cual resuena con un dicho atribuido al profeta Muhámmad (saws): “Quien se conoce a sí mismo conoce a su Maestro”. Y esto lo capacita para desarrollar su propia maestría, con el permiso de Al-lâh.
Pero Al-lâh es el que sabe
No hay ningún pero que poner al artículo y el significado de maestro se ve plenamente justificado, no obstante yo sí creo que tiene además de la maestría, otro factor (o más, vaya usted a saber) y que creo que es lo que Asad trata de reflejar con su Sustentador. Yo lo veo como lo que hay enre el Rahmaan (Creador, expandidor de la rahma y Rahim, el que vuelve a concentrar la rahama y a recoger to de vuelta en El. El Rabbu sería el que crea, o procura o sostiene o desarrolla o evoluciona o maneja todo lo que hay entre el Rahmaan y el Rahiim, entre el comienzo y el fin, es decir, el suceder… El suceder que, por supuesto, es el gran maestro. Pero tambien el que hace que eso que aprendemos y como lo aprendemos siga existiendo no se hunda de repente en la inexistencia.