A la solución final o, mejor dicho, semifinal, creyó el estado advenedizo que había llegado cuando el 7 de Octubre se ejecutó la operación Tormenta de Al aqsa por la liberación de Palestina. Ni servido en bandeja. Ahora ya tenían la excusa madre para acabar con todos los gazatíes y asentarse en ese pedazo de Palestina como lo habían hecho en los otros. Limpiar la tierra de sus habitantes y cogérsela y quedársela. Tenían parabienes para ello de todos sus afiliados habituales: Sólo se defienden. Sí, solo se defienden. Se quedan con un país que no es el suyo, con el amparo de las grandes potencias mundiales, matan y expulsan a sus habitantes, pero solo se defienden. Muy bien.
Entonces, si ya tenían campo libre para expulsar a los palestinos en masa y sin tasa ¿qué es lo que ha fallado? Desde luego eso era lo más fácil: Echar a los palestinos con el terror inmediato de su eliminación física y soltárselos a Egipto, es decir, en el desierto del Sinaí, y así, Egipto encima pasaría a tener un nuevo problema de dos millones y medio de gente hambrienta y sedienta y sin nada en pleno desierto. Si la ocasión no era fantástica, desde luego lo parecía. Jamás los “ciudadanos” del estado advenedizo han hecho ascos a matar y a aterrorizar a los subhumanos palestinos. Esa gran valentía al soldado del estado advenedizo se le supone. Es lo menos.
Eso, entonces ¿qué es lo que ha fallado? Lo que ha fallado es la muchedumbre subhumana palestina que no se ha precipitado en masa contra la frontera egipcia y se ha quedado en su tierra, donde tienen sus raíces y donde están en su derecho, aunque les cueste la muerte, que les está costando. La otra parte de la ecuación que les ha fallado es que todo el occidente papanatas lamedor del trasero del estado advenedizo, a pesar de sus esfuerzos diciendo que admitirían a algún refugiado palestino y que harían gestiones para instalarlos en las partes del mundo que fueran, pues no consiguió que ningún palestino pudiera salir de Gaza para quitarse de en medio y hacer ese favor al estado advenedizo, que, con esa resistencia absurda de permanecer en su tierra, iba a obligar a los soldaditos y avioncitos del estado advenedizo y a su papá -perdón, a su amo, los Estados Unidos y compañía- a matar directamente a todos los gazatíes, con el consiguiente gasto en bombas, combustibles, municiones, tanques y todo lo que necesita un ejército para eliminar a dos millones y medio de población subhumana que -¡la muy terrorista!- se niega a morirse cuando se le manda o al menos a largarse de su tierra con viento fresco y sin nada puesto. Es inconcebible.
Esos esfuerzos del occidente para colocar a algún palestino que otro donde fuera, daba por supuesto que todos los gazatíes saldrían en estampida hacia Egipto, como hemos dicho, al desierto del Sinaí. Y, por supuesto, Egipto no tendría más remedio que admitirlos, so pena de quedar como el malvado de verdad de la película. Fallaron por los dos extremos ni los gazatíes montaron ninguna estampida para salir de Gaza hacia Egipto ni Egipto dejó abierta ninguna puerta a ninguna estampida y de ahí no se han movido ni la población gazatí ni el estado egipcio. Por eso, ahora, el estado advenedizo no puede evitar tener que asesinar en masa y a cara descubierta. Tampoco es que deban sentirse culpables por eso. Están obrando bien, es su derecho hacer eso. Los malos son los palestinos que los obligan a ello, que encima los obligan también a gastar esos dinerales -suyos o de su amo- en municiones, armas, bombas y aviones para matar palestinos que es de lo que se trata, de concluir de una vez esta solución semifinal de la población de Gaza. Semifinal, porque aún quedaría toda la población y refugiados que están en Cisjordania. Esa sería la final.
Como conquistadores, desde luego, los guerreros del estado advenedizo son nulos. Como asesinos, sí, pero a la hora de pelear ¡huy! A ellos les dijeron que, para vivir bien en su estado artificial, bastaba con que estuvieran dispuestos a matar y expulsar palestinos, no que tuvieran que morir ellos. Pues vaya cómo los habían engañado.
No, no hay, ninguna muchedumbre desharrapada y hambrienta deambulando por el desierto del Sinaí como almas en pena, lo que, de paso, como hemos dicho, hubiera permitido arrastrar por el fango al Estado egipcio, que no hacía nada por esa pobre gente. Y ellos los lamedores del trasero del estado advenedizo seguirían esforzándose en repartir algunos cientos y pudiera ser que algunos miles de refugiados gazatíes por todo el mundo.
Entonces, ahora, el estado advenedizo en lo que está es en tener que matar ellos solitos a dos millones y medio de gazatíes (dejemos Cisjordania de momento). Y en cuanto al estado de la cuestión general, la pregunta que procede formular es:
¿Que se terminará antes: la población gazatí a manos de los genocidas del estado advenedizo o el estado advenedizo, derrumbándose por sus múltiples defectos de fabricación y por la falta de luz intelectual y moral, cultivada durante toda su existencia?
Esa es la cuestión y desde luego no podemos sino rogar a Dios que ese estado nacido de los delitos de robo, genocidio y usurpación, se desmorone cuanto antes y con las menos víctimas posibles y que se acabe la tragedia de la gente palestina de tener que elegir entre rendirse a la maldad o morir.
Cuando ese derrumbe suceda, tal vez, incluso en la cuna de la concepción de semejante disparate, que es la Europa en que se hallaba la sede del imperio británico que lo concibió, pero también el coro de estados que han encontrado en esos siglos de imperio mundial que sí, que eran dueños de repartir el mundo según sus criterios y conveniencias sin deber cuentas a nadie y menos que a nadie a los habitantes de lo que repartían… Tal vez entonces, decimos, podrán todas las gentes del mundo respirar libremente, porque ya no está en pie uno de los artificios más infernales ideados contra la humanidad, como es el espantoso endiosamiento de quienes quieren recibir el trato de dioses y ser reconocidos como tales por una humanidad condenada a comulgar con la mentira, la injusticia, a ignorancia y la maldad.
Todos los pueblos, todas las gentes tenemos el sentido humano de la justicia y de la verdad y muchos, en todas las partes del mundo se han sacrificado a sí mismos en su defensa. Debe triunfar la justicia y la verdad en Palestina para que, cada vez más personas en todas partes, reconozcan y hagan realidad que verdad y justicia es lo que nos hace humanos y dignas criaturas de vivir en el mundo tan hermoso en que se nos ha colocado, como hijos de la misma madre y de la misma luz.