Ser generoso con la riqueza y los dones que se tienen no es una cualidad de la cual el creyente pueda hacer florecer o no, sino es un requisito ineludible para aquellos que pretenden fluir en el Orden Divino puesto que lo que rige la creación es la Qist, es decir, la equidad, la armonía en base a un reparto justo y equilibrado. Al ser humano compete llevar ese Qist en su propio fuero interno así como a la sociedad en la cual se desenvuelve para, de esta manera, evitar la corrupción y el derramamiento de sangre, temor angelical desde la creación del ser pensante.
Ante la constante llamada coránica de gastar en favor de otros, surgen las preguntas;
Te preguntan qué deben gastar en los demás. Di: “Lo que gastéis de vuestra riqueza debe ser para vuestros padres y vuestro prójimo, para los huérfanos, los necesitados y los viajeros; y todo el bien que hagáis, ciertamente, Dios lo conoce.” (Sura Al Baqara:215)
Y te preguntan qué deben repartir. Di: «Lo que excede a las propias necesidades.» De esta manera os aclara Dios sus señales. Quizás así reflexionéis (Sura al Baqara:219)
Gastar en favor de otros para que prosperen, se desarrollen y no dependan de nadie para que puedan dar en favor de otros, para que otros prosperen, se desarrollen y así… Fluir bajo la Qist es distribuir.
Gastar no a fondo perdido de tal manera que la necesidad se perpetúe, sino en favorecer el crecimiento y desarrollo económico ajeno en cuanto a la familia y los allegados. De hecho el Corán llama a mantener los lazos de consanguinidad siendo en ellos donde primeramente recae el gasto.
Pongamos una familia donde uno de los miembros no tiene oficio ni posibilidad de desarrollar, aquel del que tiene dotes por diversas cuestiones como el no tener la titulación pertinente, en ese caso son los distintos miembros de la familia quienes deben sufragar los gastos cubriendo de esta manera la necesidad que le permita crecer. Lo mismo con un negocio el cual ha sido evaluado y vistas sus posibilidades, es decir, el gasto debe dirigirse a la autonomía económica del receptor. Eso es hacer crecer la economía libre de toda usura, porque; ¿Qué familia necesita un banco si son ellos mismos los que se ocupan de la economía de sus miembros?. Evidentemente no se obedecen los deseos caprichosos que justamente son los opuestos coránicos de aquello que crece y desarrolla de manera purificada.
En la quebrada sociedad donde los lazos de parentesco son complicados de mantener debido a la escisión de pensamiento de la cual surgen el odio y las envidias que separan al sobrino del tío, es en el Qurba donde recae el gasto, esto es, al círculo de allegados donde uno se mueve; los amigos íntimos, los del trabajo, los vecinos o con los que se comparte mezquita, iglesia o sinagoga. Obviamente siempre que tanto familiares como allegados cumplan con los requisitos de necesidad real descritas en la sura 9 aleya 60, que es donde indica tanto como figura personal, así como en el gasto público de las sociedades donde debe dirigirse el reparto equitativo de la economía.
Paralelamente hay un gasto que debe servir para cubrir las necesidades básicas de aquellas personas de quienes se tenga conocimiento, así como en aquellas que necesiten de hospitalidad por estar lejos de su hogar.
Es imposible comprender el fenómeno islámico, primero con su cohesión y expansión, sin la distribución equitativa de la riqueza, así como es absolutamente evidente que la perdición de los pueblos viene justamente por todo lo contrario, al crear brechas sociales donde la riqueza es acumulada dando pie a la corrupción con su consecuente inseguridad que, justamente, es lo contrario de Iman que en su etimología refiere dar paz y seguridad, por lo que Al ladhina amanu no sólo se refiere a los que han alcanzado la creencia sino que son aquellos que a través de obrar bajo una creencia firme otorgan la paz y la seguridad que las almas necesitan.
De hecho si observamos las vidas de los grandes maestros espirituales vemos que se trata de personas desapegadas de lo material. Imam Yunaid dijo que todo el conocimiento que se le otorgó lo obtuvo bajo unas escaleras. Shaij Al Alawi, a pesar de las donaciones de sus discípulos, se alimentaba de dátiles, leche y plátanos. Ibn Arabi no poseía casa ni bienes haciendo de su casa ahí donde le llevaban las sandalias. O Lev Tolstoy que donaba su riqueza y vivía de lo que cultivaba. Dar no es una opción para el buscador sino una condición «sine qua non».
Así pues, da lo que es suyo por derecho al pariente, al necesitado y al viajero; esto es lo mejor para los que buscan la faz de Dios: ¡porque son ellos, precisamente, los que alcanzarán la felicidad! (Sura Rum :38)
Y sólo Al-lah es quien conoce la verdadera naturaleza y objetivo de todo cuanto existe.