Aunque por estos días han intentado convencernos de que todo fue una brillante estrategia política, la Ley Ómnibus ha sido derrotada por ignorancia y esta ha sido la gota que rebalsó el vaso para un Milei herido y desestabilizado. La ira desatada por esta derrota parlamentaria nos muestra hoy un Presidente que no duda en blindarse de violencia política y recordarnos los más oscuros años de la Argentina, al mismo tiempo que comprobamos que su inexperiencia e ignorancia política son más reales que nunca y no meras chicanas opositoras. Pero a pesar de este revés, sigo creyendo que Milei y los suyos no son ignorantes para todo… lo que sucedió en el Congreso nos muestra que no saben de política, pero esta ignorancia parece que no incluye el infligir sufrimiento social y llevar adelante sus amenazas más sádicas.
Milei está decidido a romper todo contrato social. No hay derecho ni garantía que se salve. Si lo pensamos, su motosierra nunca nos ha mentido, vino a desmembrar, a cortar, a destruir, pero no lo que él nos dijo durante su grosera campaña. ¿Cortar con esa “casta” que parece ser el enemigo con el que dormimos cada noche? ¿Con esa famosa “fiesta” a la que nosotros, simples mortales, descubrimos hoy que fuimos invitados después de medianoche y con descuentos…? No, la motosierra en manos de Milei y sus militantes viene a destruir todo lo que toca, ya no hay lugar para dudas. Lejos quedaron esas frases con la que Milei engañó a millones: “no venimos a perseguir a nadie, vamos a terminar con la inflación, no vamos a tocar las tarifas…”
Desde que asumió Milei, el Congreso argentino es escenario de disputa. En su caprichosa actitud de continuar dándole la espalda y gobernar solo, Milei –casi- lo ha intentado todo. Ya tenemos un DNU, que no deja de toparse con cautelares y bochazos judiciales. Un proyecto de ley que incluye la delegación de facultades caído, o en espera por volver a comisiones, no está claro, en LLA no se ponen de acuerdo. Lo que es más que evidente es que ambos tienen un fuerte rechazo social. Nos falta un referéndum y en las redes sociales sus militantes virtuales ya están hablando de eso.
Definida como “un proyecto de ley que bien puede determinar el destino de nuestra patria”, la Ley Ómnibus fue recaudando rechazos en la Cámara de Diputados en la votación artículo por artículo. A pesar de que ya había sido aprobada en general y en medio de un clima de protestas sociales continuas, la ley seguía su camino parlamentario, pero no llegó a destino. Desde Israel, Milei asegura que él mismo ordenó que “se vuelva a comisiones”. Una gran sorpresa para todos ya que esta “vuelta” implica la nulidad de todo lo conseguido, incluso la aprobación general. Parece que en ese Congreso repleto de “la casta” el reclamo popular se escuchó, la casta hizo de voz del pueblo.
Pero sin temer consecuencias, y al mejor estilo de la IA, Milei y sus cómplices van creando escenarios con alarmantes reglas de juego. Aquí no ignoran nada, es su terreno predilecto. El diálogo y la búsqueda de consensos se debaten en la realidad virtual de las redes sociales, donde los libertarios y su comandante Milei imponen un estilo discursivo que a muchos no deja de sorprender. Publica listas negras, llama traidores a legisladores y gobernadores, propios y ajenos, jurando una venganza cruel que se llevará por delante a todo sin importar “su” pueblo, el que debe representar en su totalidad.
Bastardear la política no ha sido gratis para La Libertad Avanza y es evidente la falta de un correcto asesoramiento. En un momento en el que Milei necesita replantearse sus formas de comunicarse con el pueblo que preside y también con sus demás representantes, el presidente parece no haber comprendido que no es el único que tiene la tarea de gobernar una república democrática. No fue el único elegido y esto parece colarse profundamente en su ego narcisista que huye de los miedos y las frustraciones que lo acechan escudado en violencia. Con su imagen en caída libre y el apoyo popular que va perdiendo día a día, el pueblo que parece ser la verdadera “casta” es blanco privilegiado de sus amenazas, aunque sean dichas con nombre y apellido de gobernadores y legisladores.
El núcleo duro de LLA, ese que no es permeable a su vergonzosa gestión y que agita desde las redes sociales por un plebiscito y clausurar el Congreso, incluso hasta con a una guerra civil, parece estar disociado de la realidad. La crisis social y económica conlleva bajo LLA un nivel de represión inaudito, lo que a su vez parece ser el disfraz de un macabro proceso de normalización al que nos están sometiendo en pos de prepararnos para un futuro incierto y peligroso. Con la pérdida de legitimidad y por ende de gobernabilidad, el autoritarismo y la represión se proponen como instrumentos estrella para un ejecutivo débil, caprichoso y trastornado. En una Argentina en la que los valores de la democracia parecían una conquista, hoy estamos dentro de ese nuevo escenario, con nuevas reglas de juego: la libertad no avanza y las restricciones y el sufrimiento ahogan a un pueblo condenado por expresarse. Un pueblo que se descubre casta y que para salvarse se somete al delirio o planta bandera de lucha y protesta frente a un gobierno depredador y represor.
Un escenario bastante deprimente y descorazonador. Muy grave y, por otra parte, casi profético porque ese escenario puede reproducirse por doquier. Cada vez en la desfachatez se rebasan más límites y se saltan más barreras tradicionales, como es el respeto, si no sincero, al menos hipócrita, pero con alguna barrera. Los del talante de Milei son el zapatazo del que sabe que atreviendose a lo más arbitrario y osado va a tener siempre gente que le considere un «tío que vale». Por que se atreve a todo ha de creerse que puede todo y el resultado de eso solo puede ser que efectivamente puede todo pero para llegar al caos, al caos abosluto. Estamos muy desamparados con sistemas «democráticos» que ya tienen dentro de su aparato el cáncer bien metastizado y que ya le hand ado el tiro de muerte al sistema. Que Dios nos ampare a todos, porque el caso de Argentina sera una diferencia de fase, pero no una diferencia de mal.